Hace unos
meses tenía algunas cosas que hacer, era un día ocupado entonces había
planificado con detenimiento mis actividades, aparentemente todo saldría bien
pues ya estaba bajo control.
Iba a
trasladarme hacia un lugar así que tomé un autobús, era la primera vez que
elegía esa opción y me sentía tranquila pues aunque no sabía bien cuál era el
punto donde se detenía conocía el destino que yo buscaba, iban más personas a
bordo, me daba seguridad. El problema estuvo cuando de repente se desvío del
camino y comenzó a avanzar más y más hacia otro rumbo.
¿Te ha pasado
así en la vida espiritual? Resulta que pensamos saber hacia dónde nos dirigimos
y creemos que la forma en la que estamos yendo es la adecuada, tal vez no
sabemos todo lo que implica ni somos plenamente conscientes de quienes nos
acompañan en ese caminar pero una vez que te sientes cómodo, no te planteas la
opción de moverte.
En mi caso,
el primer error estuvo en asumir y no preguntar. Yo no me acerqué a quienes
sabían para poder resolver todas mis dudas sobre el viaje que iba a hacer. ¿Tú
te has acercado ya a Jesús? ¿Ya le preguntamos y esperamos a que Él como
experto pueda darnos dirección en cada cosa que hacemos, por pequeñita o
insignificante que parezca? ¿O me basta con la confianza que tengo en mi mismo
y mis decisiones? Cuando creo que todo depende de mis fuerzas, de mis
capacidades, mi mirada es muy limitada.
Al momento
de darme cuenta que ya no estaba en camino a donde iba, supe que estaba perdida
y pedí ayuda.
¡Qué
importante poder reconocer que en la Comunidad tenemos también a quienes pueden
ayudarnos en este andar por la fe y en santidad, para así recobrar el rumbo las
veces que sea necesario! Que cuando las
circunstancias me angustian, ahí se encuentra alguien más que vive con retos
como los míos. Que "Más valen dos que uno solo, pues obtienen mayor ganancia
de su esfuerzo. Porque si caen, el uno levantará a su compañero" Eclesiastés 4, 9-10.
Si hago uso
de todos esos instrumentos que Él ha puesto en mi vida, en medio de las dudas,
Dios abrirá caminos de esperanza más grandes incluso de los que yo
me había planteado.
Siempre es
buen momento para voltear hacia mi propia historia con Jesús y ver qué tan
cerca sigo de la meta que Él me propone. Y así, recomenzar sin contar las
veces, confiando de lleno en cada oportunidad. Poder hacer una parada y tal vez
reorientar mi corazón en Sus manos para que sea el GPS que me ayude a
mantenerme enfocado en la luz que me enseña la forma de vivir para Él.
QCN, Dios te
quiere Santo, no te conformes con menos. Ponte en camino y déjate hacer por
Dios de nuevo cada mañana. Recuerda que como dice el Papa Francisco "Nuestra
vida no es vagar sin rumbo. Tenemos una meta segura: la casa del Padre." Y
que esa sea nuestra alegría completa.
-María
José Alfaro

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